Esta mañana partíamos con nuestro autobús con un rumbo diferente. Hoy no nos esperaba al final de ese camino la tierra y el barro de los campos de cross de la provincia; lugares que tan duros se antojan a algunos de los chavales y a la mayoría de los padres, que no han visto entrenar y, lentamente mejorar, a los chavales. Llegábamos, por primera vez para la mayoría del numeroso grupo, a la flamnte pista anexa del estadio de los juegos del Mediterráneo.
Los resultados no eran lo importante, sino la ilusión en los ojos de los jóvenes que tenían ante sí la pista de 400, o la arena fina del salto de longitud, o la zona de lanzamientos y del salto de altura, con su enorme colchoneta que tantas alegrías da siempre a nuestro equipo.
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